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Cómo construir una cultura de la responsabilidad

Se suele dar por descontado que quienes eligen libremente involucrarse en actividades comunitarias están intrínsecamente motivados y son impecables a la hora de cumplir con el tiempo o las tareas a las que se comprometieron. Sin embargo, no siempre es necesariamente así. Por distintas razones, a veces las personas son inconstantes, abandonan las tareas o no asisten a una actividad sin avisar, o avisando tarde, o desaparecen. También sucede que las organizaciones y sus líderes no logran motivar a sus equipos y construir una cultura de la responsabilidad.

Las organizaciones y los líderes comunitarios se enfrentan a un gran dilema: ¿Hasta dónde se puede pedir compromiso a los voluntarios, si participan por elección? ¿Cómo estimularlos para que, como individuos y como grupo, sean consecuentes y se adueñen de su rol como agentes de cambio?

Hay siete factores que contribuyen a lograr un equipo motivado, responsable y efectivo, y a sostenerlo en el tiempo:

Flexibilidad = compromiso + libertad

“Sabemos que cada voluntario tiene momentos de menor o mayor compromiso, que tiene familia, trabajo, alguna afición, y eso hay que respetarlo”, dice Martín Giovio, referente de la Red Solidaria Chacabuco.

“El voluntariado es muy cansador, es una gran responsabilidad. Las personas dejan de hacer otras cosas, y es muy difícil mantener el esfuerzo con el paso del tiempo. Cada voluntario es invalorable, y nos necesitamos. Lograr el compromiso sostenido es un balance delicado de responsabilidad con libertad. Por un lado, motivarlos, alentarlos a involucrarse; por otro, entender que también tienen otros compromisos en su vida y que sus emociones y estados de ánimo pueden variar”, agrega Mariela Fumarola, de Caminos Solidarios.

Ser flexibles y atender a las particularidades de cada uno aumenta las probabilidades de que los voluntarios permanezcan en la organización o vuelvan a colaborar con ella.

Cultura de la Responsabilidad

Ser flexibles no significa que no haya reglas. Para que la organización funcione y sea eficiente todos tienen que tener confianza en que cada uno va a cumplir con aquello que se comprometió a hacer. Y ser conscientes del impacto que puede tener en el equipo que algo no se haga como estaba acordado. De la calidad de esta conciencia individual depende en gran parte el desarrollo, los resultados colectivos y, más aún, el disfrute durante el proceso.

Por eso, si alguien necesita ausentarse, salir de su rutina habitual o tomarse un tiempo de descanso, es sano que se genere lo que llamamos Cultura de la Responsabilidad: AVISAR CON ANTICIPACIÓN, de modo que la RED DE CONTENCION que habitualmente existe en las organizaciones tenga tiempo para movilizarse y cubrir su lugar, o bien encontrar por sí mismo los recursos para resolver la cuestión (intercambiar la fecha con otro voluntario, por ejemplo, o reprogramar la fecha de una actividad).

Es bueno que quienes coordinan voluntarios acuerden las reglas de juego y busquen que sean respetadas. El laissez faire y el desorden debilitan la cultura de responsabilidad, desgastan la motivación propia y la del grupo y pueden llevar a que el proyecto no se sostenga.

Mantener una comunicación abierta, continua e inspiradora

Una de las razones más frecuentes de la desmotivación y la falta de compromiso de los voluntarios es cuando sienten que no son escuchados o respaldados por los líderes y/o la organización. Para muchos no alcanza con las reuniones regulares de coordinación, seguimiento y planificación. “Puede pasar que durante una actividad algún voluntario se sienta solo, inseguro o asustado. Es importante que sepa que tiene a quién recurrir si necesita apoyo y contención, o si hace falta que intervengamos para solucionar un problema. Y que sepa también que tiene espacio para dar sus opiniones y hacer sugerencias”, dice Puchi Sztamfater de Lamroth Hakol.

Agradecer, celebrar, apreciar y reconocer el esfuerzo

Aunque los voluntarios no lo estén esperando, es muy motivador para ellos recibir un ¡gracias!, un feedback positivo, un diploma, un mensaje o una llamada personal que valida su trabajo. Son pequeños gestos cotidianos que los líderes y todo el equipo pueden hacer, y que rinden muchos frutos.

Las celebraciones compartidas son inspiradoras. No hace falta “esperar al final de cada camino, sino sorprenderse y festejar mientras se recorre cada uno de ellos”, como dice Susana Balán en su libro Caminos. Más allá de los mapas del amor y el poder. Incluso si los resultados no son estelares, reunirse para celebrar entre todos las pequeñas diferencias que se van logrando, reconocer el esfuerzo y el aprendizaje, provoca más ganas y más compromiso, y ayudan a reforzar las conductas deseadas para el futuro.

Afianzar el sentimiento de pertenencia

Una de las motivaciones más fuertes que alegan quienes se involucran en causas sociales es sentirse parte de un grupo que, como dice Juan Carr, voluntario de Red Solidaria, “se propone cambiar la realidad”.

Es bueno que los líderes comunitarios fomenten el sentido de pertenencia en encuentros donde los voluntarios se conozcan, compartan experiencias y armen proyectos compartidos. Saber que cada uno depende de los demás, que los demás dependen de uno crea lazos de compromiso fuertes y duraderos.

Desarrollar habilidades y talentos

El voluntariado no sólo es un servicio. Es un camino de empoderamiento y desarrollo personal. Capacitar y entrenar a los voluntarios en el fortalecimiento de sus talentos y en el desarrollo de nuevas habilidades refuerza su compromiso y los prepara para asumir progresivamente roles más desafiantes dentro de la organización.

¡Con alegría!

El trabajo voluntario puede ser muy cansador y estresante. Inmersos en contextos dolorosos, y apasionados con sus causas, con frecuencia los líderes olvidan que pasarla bien durante el proceso es una gran motivación. Los grupos que aprenden juegan, cantan y bailan juntos, que comparten una salida o una pizza, “¡Con alegría!”, como le gusta decir a Juan Carr, tienden a permanecer unidos, están más motivados y logran mejores resultados.

Los voluntarios son la columna vertebral de las organizaciones, y muchas no podrían funcionar de manera efectiva sin ellos. Cuando están motivados, se sienten contenidos y valorados, se reconocen en la mirada de otros ¡y se divierten en el camino! es más fácil que respeten sus compromisos y se conviertan en verdaderos agentes de cambio para, entre todos, transformar la realidad.